miércoles, 6 de diciembre de 2017

La amistad entre Rene Higuita y Pablo Escobar


Montero Glez. recupera una de las historias más apasionantes (y controvertidas) de la historia reciente del fútbol: la que vivieron el portero de la selección colombiana y el mayor narco del siglo XX.

Hay veces que la distancia más corta entre un futbolista y la cárcel la marca la Agencia Tributaria. El ejemplo más reciente ha sido el de Cristiano Ronaldo que, con la llegada de los calores, hizo sudar a sus abogados. Con todo, Cristiano no ha sido el único futbolista imputado por el impago de los impuestos. Su rival en el cielo de los astros, Messi, fue condenado a no sé cuántos meses de cárcel por defraudar otro tanto. Al final, no le quedó otra que devolver lo defraudado y por ello Messi se libró de la condena.


Son dos casos de futbolistas que a punto han estado de ser entrados al trullo, dicho en argot taleguero. Sin embargo ha habido otros casos de futbolistas que sí han pasado por la cárcel. Vamos a recordar a uno de ellos, pues el caso que ocupa resulta tan interesante como curioso. Me refiero a René Higuita, el arquero colombiano que jugó en Valladolid y que nunca negó su amistad con Pablo Escobar, el conocido narcotraficante convertido en ídolo popular.

      
Higuita y Escobar se conocían de antiguo, de cuando Higuita era un micurria que daba patadas a las piedras en su barriada de Medellín. El vínculo se estrechó cuando el deportista se hizo famoso y fue llamado a filas para defender la portería de la selección en el Mundial celebrado en Italia, en el año 90. Días antes de que la selección colombiana viajara al país transalpino, Higuita y Escobar se reunieron en Antioquia, donde el jefe del cartel de Medellín prometió al arquero que, si la selección pasaba a la segunda ronda, él no se perdería un partido y viajaría a Italia para animarles. "Seré el amuleto", le dijo Escobar a Higuita con la mano en el pecho.





Aquella conversación de amigos fue interceptada por el FBI, que se pondría en marcha, desplegando un operativo que dejó pequeño el espectáculo del Mundial. Se colocaron cámaras ocultas en las gradas y se acordonaron todos los sitios por donde la selección de Colombia pasaba. Al final se filtró la información del operativo y ni Escobar ni sus socios llegaron a viajar a Italia. La operación para capturar al narco más famoso del mundo fue un rotundo fracaso.
      
Después del Mundial, el arquero Higuita regresó a Colombia y, decidido a guardar cautela, se mantuvo distante de Escobar hasta que el narco se entregó a las autoridades. Cuando esto ocurrió, su fidelidad no le permitió seguir con la cautela y René Higuita fue a visitarlo a la cárcel de la Catedral. 

La visita del portero a su amigo originó un escándalo que llegó hasta las primeras páginas de los periódicos y que abriría los noticieros colombianos. Presionado por el ambiente, Higuita se largó de Colombia, llegando a España para jugar en el Valladolid, donde no duró mucho. De regreso a Medellín, los rumores sobre su adicción a las drogas y su falta de disciplina llenaron de nuevo la vida deportiva de Colombia.


Bien puede decirse que René Higuita ya estaba marcado. Tras la fuga de Escobar de la cárcel, empezó la pesadilla cuando salieron a la luz documentos comprometedores para el arquero que ponían en evidencia su relación con el jefe del cártel de Medellín. Cheques por cientos de miles de pesos a favor de Higuita apuntados en los libros de contabilidad del narco.

Tirando del hilo, la policía encontró pruebas para detener al portero, acusado de ser intermediario en un secuestro, el de la hija de un industrial dedicado a los frigoríficos de nombre Luis Carlos Molina Yepes. Escobar había pedido un pastizal por el rescate y René Higuita hizo de mediador.
      
Con todo y con eso, este asunto tan turbio no puede eclipsar el buen hacer de René como arquero. Higuita no sólo creó un estilo a la hora de ponerse bajo los palos, sino una ley que lleva su apellido.
      
La ley Higuita nació tras su paso por el Mundial italiano y sus singulares jugadas fuera del área nunca vistas hasta aquel entonces. Era un portero endiablado capaz de salir del área con la pelota pegada a los pies. Ante aquellas acciones, los mandas del fútbol se reunieron y la FIFA determinó la norma por la cual, si un futbolista devuelve al arquero de su equipo la pelota con los pies, el portero no puede tocarla con las manos. De lo contrario, sería falta y el resultado se resolvería con un tiro libre indirecto a favor del equipo contrario.
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