El estadounidense les propinó un golpe histórico a los narcos y a su banca aliada. Basada en su libro, la película ‘The Infiltrator’ se exhibe en Estados Unidos.
Robert Mazur infiltró el cartel de Medellín Mazur siguió el manual de la infiltración, buscó una persona fallecida cuya historia empatara con la suya para mentir lo menos posible. Así se ganó la confianza del cartel de Medellín y de Gerardo Moncada. Foto: Robert Manzur
No cree en la legalización de la droga. Trabajó por años infiltrado en carteles colombianos y mexicanos y analizó sus movimientos financieros, y por eso Robert Mazur piensa que el mercado negro no desaparecería con esa medida. No entrega sus datos precisos, sigue amenazado, pero continúa su lucha contra la droga y la ruta del dinero. Dice que lo criaron en los años sesenta y que por eso cree con idealismo en los cambios, así requieran de esfuerzos articulados y voluntad de muchas partes.
Mazur suena utópico, pero es realista. Durante casi 30 años fue agente federal y sabe que la lucha está ganada: “No sorprendo a nadie al decir que hay más drogas ilegales hoy que nunca antes, y muchos bancos involucrados en actos criminales”, aseguró a SEMANA. En el centro de ese problema se encuentran los capos, los bancos y también millones y millones de consumidores que dinamizan el lucrativo mercado ilegal de estupefacientes.
A finales de los años ochenta Mazur dejó atrás su nombre, apellido, mujer y dos hijos. De 1988 a 1991 el agente de Inmigración estadounidense se sumergió en una operación que integró varias agencias del gobierno (Inmigración, la DEA y la autoridad de impuestos, o IRS) con la misión de golpear las finanzas de los carteles de la mafia, especialmente el de Medellín. Tras dos años de fingir ser otro, de simular una relación sentimental con una compañera (una ‘prometida’ falsa) y una relación profesional con un compañero (su falso asistente), logró propinarle un golpe de poco más de 600 millones de dólares a los narcos del cartel de Medellín. Más importante que esa cifra, con su operación C-Chase Mazur sacó de combate al BCCI (Bank of Credit and Commerce International), en ese tiempo el séptimo banco privado del mundo, con base en Pakistán.
El agente consignó sus experiencias en el libro The Infiltrator, adaptado y recientemente llevado a la pantalla grande en Estados Unidos. Bryan Cranston, quien hizo un curso a fondo de personajes de doble personalidad con Walter White en la serie Breaking Bad, asume el rol de Mazur, y, según los críticos, logra llevar la película a buen puerto. Diane Kruger interpreta a su prometida y John Leguizamo a su asistente. Mazur lo ha dicho en varios tonos y en varias entrevistas, entre ellas una con la W Radio, “el libro está hecho para informar, la película para entretener”. Desmiente haber visto o coincidido en espacios con Pablo Escobar y aterriza en la realidad ciertos hechos que muestra el filme y que no ocurrieron. Pero no por ello se trata de una historia aburrida. Mazur siguió el manual, vivió el peligro y dio un golpe como nadie más lo ha dado.
El hombre doble
Para empezar, los cánones de la infiltración lo llevaron a buscar un hombre y un nombre que coincidieran con su propia historia de vida. Mentir poco es clave pues, como asegura desde su vasta experiencia, no es fácil sostener la mentira por mucho tiempo. Para esos efectos asumió la identidad de un hombre muerto con el que tenía mucho en común: “Robert Mussela, como yo, tenía una trayectoria de contador y trabajó en un banco, en una firma de corredores de bolsa antes de ser un agente de la ley”, confesó a la BBC. A esto se suma que tanto Mazur como Mussela venían del área de Nueva York y tenían ascendencia italiana.
Faltaba pescar a los narcos y empezar a seguir la pista de su dinero. Atrajo a los capos del cartel de Medellín con una vieja estrategia: jugar al difícil desinteresado. Para esto, fue vital el trabajo de otro colega encubierto que jugaba el rol de su representante. Este les mencionaba a los capos las virtudes de Mussela para desaparecer grandes cantidades de dinero pero les insistía en que no quería verlos. Funcionó. No solo lo buscaron para medir su efectividad, sino que con el paso del tiempo aceptaron las condiciones que les ponía para acercarse a los dueños de los millones y dejar atrás los mandos intermedios.
Así se acercó a Gerardo Moncada, encargado de las finanzas del cartel de Pablo Escobar. Con él se encontró en París: “Ese fue el momento en que nos vimos involucrados con dinero de verdad. Porque en esa reunión estábamos discutiendo crear en Europa un fondo de ahorros, en representación de ellos, por un total de unos 100 millones de dólares”.
Siempre vigilante y paranoica, la gente del Cartel de Medellín dudó de Mussela cuando advirtió unos movimientos sospechosos cerca a las reuniones. Moncada lo tenía entre ceja y ceja por ser gringo, y le hizo saber que pensaban que era agente de la DEA. Mazur cauterizó la duda. En contra de recomendaciones de colegas de la DEA le pidió una cita al nervioso Moncada, que envió a Miami a uno de sus representantes. A este le dijo que esa información de vigilancia era sensible para ellos y para él, y que “necesitaba su ayuda para encontrar las fisuras”. Hábilmente apaciguó los ánimos y las sospechas, pero no fue el fin del episodio. Cuando el narco le pidió unos documentos y los fue a sacar de su maletín, la grabadora que en este escondía quedó casi expuesta frente a su mirada. Por mera suerte, y por su tranquilidad a la hora de esconderla de nuevo, Mazur logró mantener su identidad de Mussela intacta. Ese mismo maletín y grabador le permitió registrar decenas de conversaciones con las cabezas del banco BCCI y probar que sabían que el dinero que manejaban era de carteles.
Para capturarlos a todos, Kathy Ertz, su compañera, tuvo la idea de invitar a los involucrados a un matrimonio en Tampa Bay. Mazur y Ertz armaron el evento, se reunieron para definir vajilla, flores, y congregaron a mafiosos y banqueros. El gran golpe llegó antes de la ceremonia, en una supuesta despedida de soltero. Los invitados abordaron limusinas con otros agentes encubiertos, que, posando de ser la familia falsa de los ‘novios’, los llevaron directamente al calabozo.
Enfoque distinto
En 2006, Mazur fue un consultor técnico en el rodaje de la película Miami Vice. El productor le dijo que si algún día escribía un libro, le produciría la película. Dicho y hecho, su historia tiene libro y película diez años después. Él sigue su marcha desde una agencia privada de investigación, con un bajo perfil y en busca de reenfocar su carrera. Sigue investigando cómo operan en el lavado de dinero la banca, los bancos centrales, incluida la Reserva Federal en Estados Unidos, y los lingotes de oro.
Desde el lado de la demanda enciende las alarmas y pide a sus compatriotas, los mayores consumidores de cocaína y heroína del mundo, mirarse en el espejo. Sugiere una estrategia educativa particular, contratar una especie de ejército de mentores conformado por personas que hayan surgido en ambientes complicados y que hayan optado por vivir legalmente. Quiere que sean profesores bien remunerados. “Soy solo uno más en un ejército de decenas de miles de personas honestas que luchan contra este flagelo”, concluye.
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